miércoles, 31 de agosto de 2011

Relámpagos del Pasado

Ya había perdido la cuenta de cuantos relámpagos había visto pasar esa noche. Ahora, sentado sobre el escritorio, ligeramente apoyado en la pared y con la cabeza y un brazo por fuera de la ventana, seguía mirándolos mientras echaba el último cigarro. 


Recordaba miles de cosas, imaginaba otras tantas, pero sobre todo me perdía en la inmensidad de cielo que se ve desde mi ventana. En esos destellos luminosos, que no mucho más tarde, hacían que el aire se refrescara y traía un ligero olor a lluvia. Buscando respuestas desconocidas a preguntas aún sin conocer lanzaba el humo por la ventana, se iba con el aire, se perdía entre todas las calles de la zona. Y tú...


Tú quizás estabas también apoyada en tu ventana fumando un cigarro, lanzando al igual que yo el humo al aire, y que finalmente acabaría juntándose con el mío como hicieron nuestros cuerpos en su día. O quizás estabas fumándolo pero desnuda en otra cama, con otra persona con la que posiblemente compartías ese humo.


No le daba vueltas a nada, pero todo me daba vueltas. Olvidaba, o ya estaba olvidado, pero recordaba al mismo tiempo. Los aspersores del césped cercano ya se oían, lo regaban, sonido que junto a la visión de aquellos relámpagos me relajaba. Pero no era suficiente para olvidar que el pasado se me volvía a recordar un poco, crudamente, después de haber estado tanto tiempo congelado. Total, el pasado no es más que un mal recuerdo que viene a perturbarnos. 


Sus bragas en el suelo de mi habitación, mi cama deshecha por ese cariño que nos inspirábamos, mi sábana tapándola ligeramente... Se acabó el humo, pero aún seguían allí los relámpagos, a unos cuantos kilómetros de aquí. Como tú. Como lo que hubo entre los dos. Pero tan cercano el que no volverá a pasar.


Giré la cabeza y la miré. Sólo sería esa noche, y contigo fueron más, pero en ellas hubieron muchísimo menos que en ésta. No entiendo entonces el porque el pasado quería venir a darme el follón si pasa desapercibido. Pero parece ser que con algo hay que ocupar la mente si nada más lo hace. Aunque sea algo "insustancial", pues todo tiene su sustancia. 


No había nada más que pensar, si es que alguna vez lo hubo. Me acerqué y la besé. Una caricia por su cara y me acosté a su lado mientras se giraba hacia mí para pasarme uno de sus delgados y suaves brazos por encima. Mis ojos se entrecerraban mientras no apartaba la vista de esos relámpagos y una sonrisa se dibujaba en mi boca como si yo no fuera dueño de ella y no conociera el por qué lo hacía. Quizá esos relámpagos no hacían más que traer nuevas situaciones, nuevos pensamientos a cada destello.


El último relámpago fue fuerte. Todo oscuro y en nada llegó la luz tal y como aquellos extraños pensamientos se marcharon con aquel gran destello de aquel relámpago. Su cabeza sobre mi hombro, su brazo aun sobre mi cuerpo. Ella no se había ido. Podía soportar que aquellos tormentos me visitaran de vez en cuando. Ella no se había ido, por suerte. Pero tú, y todo aquel pasado sí, por más suerte aún, aunque insistáis en volver.

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