domingo, 17 de julio de 2011

Miradas (V. 2.0)

Las miradas son las cómplices de nuestra alma, de todos nuestros actos y de nuestros pensamientos. Ellas no engañan, nadie las puede controlar tanto. Al fondo de nuestros ojos se ve quienes somos, que hemos sufrido y que no deseamos sufrir.


Tú me mirabas desde el primer momento, notaba la presión de tus ojos clavada en mí, y mi mirada (que aún no se muy bien que gesto tiene) se entrecruzaba con la tuya. Demasiado me cuesta sostener ciertas miradas que encima la quisiste acompañar de una sonrisa, a mí, difícil de sonreír tanto, me salía una media sonrisa, ya éramos cómplices de algo que, aunque no lo entendiera, no podía dejar de hacerme estar plácidamente bajo tu presión.


Todo se desarrollaba con aparente normalidad, pero a pesar de ciertas circunstancias seguías parando por al lado mía, creando un juego de a ver quien miraba primero y quien sonreía después. Tus ojos claros, como hace tiempo no veo ningunos, parecían tener un código indescifrable que enganchaba a mirarlos aún más.


Te evité, me ponía nervioso y soy así de cortado, "como el café con leche" dije cuando me iba a sentar y me lo decían. La Luna seguía reinando un poco más alta, pero totalmente llena, y de vez en cuando las nubes de su al rededor le daban más belleza.


Otra vez esa presión, miré alto, al frente, y tus ojos volvían a mirarme y tu boca muy seria, esta vez la miré a ella primero, y se me escapó la sonrisa a mí, ganaste, diste la sonrisa de vuelta y se cruzaron las primeras palabras pero indirectamente, como si para hablar con la boca sí necesitáramos intermediarios. Yo contestaba de forma irónica e indirectamente también, entonces las miradas cobraban más valor y las sonrisas algo más de fundamento, hasta llegar a convertirse en pequeñas risas.


Llegaban momentos en que la presión no cedía, y tus ojos parecían ser mi propia sombra, siguiéndome en cada movimiento, esperando cruzar mi mirada con la tuya y mover los labios como si nos dijéramos algo que nos hacía reír después.


Nuestros ojos mantenían conversaciones demasiado seguidas, y nuestra boca lo hacía cada vez con más intermediarios. Se acabó, no me gustan las personas por medio, te hablé, tú reías bastante, repetías mis ironías y después me contestabas. Se hizo un silencio entre los dos, incómodo quizá para quien estuviera observándonos.


Ya era mi hora de partir, soy así, inquieto a más no poder y siempre buscando otros sitios, porque tengo miedo a acomodarme aunque tus miradas me hicieran sentir a la vez que presionado, a gusto. Se despedían por mí, yo seguía casi sin abrir la boca, y de espaldas sentí la presión, te miré me sonreíste por última vez y pude leer un "hasta luego" en tus labios, como si fueran mudos para decir las cosas en alto. Yo lo dije, en general, alzando la cabeza pero con la vista clavada en la tuya.


Aún hay noches en que me presiona tu mirada, en las que siento esa comodidad que me daban tus ojos y la media sonrisa se me escapa como si estuviera viendo la tuya. Pero esa noche no supe quien eras, ni de donde eras, ni apenas un dato de ti, suficiente.


Miradas de Primavera

No hay comentarios:

Publicar un comentario